A un costado de la bulliciosa isla de Manhattan, del lado oeste, una serie de columnas emergen del agua, expandiendo su forma como tulipanes que florecen para crear la base de un atractivo parque público. Una tarde lluviosa quizá no parecía el día ideal para visitar este sitio, pero su encanto no se veía opacado por unas cuantas gotas y, entusiasmados, decidimos entrar. Esta pequeña isla, nombrada literalmente Little Island, es como un apóstrofe en la isla urbana a la que se conecta, o quizá sea mejor describirla como una coma, pues es como una pausa dentro del agitado estilo de vida neoyorquino.
Su belleza radica en la forma innovadora de crear un área que da continuidad al espacio público, otorgando un nuevo entorno opuesto a la saturación de la ciudad. Es interesante observar cómo una ciudad como Nueva York va evolucionando. Por un lado parece ya no haber más espacio, y por otro se van encontrando alternativas y formas innovadoras de crear estos sitios orgánicos tan importantes y necesarios para sus habitantes. El High Line es otro ejemplo de esta evolución en búsqueda de espacios verdes.
La creación de dichos espacios es cada vez más relevante para servir de antídotos para los no-lugares —término creado por el antropólogo Marc Augé, y que se refiere a todos aquellos espacios que se habitan desde el anonimato y en los cuales no existe un vínculo, por ejemplo: carreteras, puentes, aeropuertos, aquellos lugares de tránsito, pero nunca de apropiación y permanencia—. Para ser funcionales, las grandes ciudades se van conformando de estos no-lugares, y por ello es importante diseñar otro tipo de espacios para equilibrar la balanza, como lo son plazas, parques y espacios donde predomine el bienestar de quienes los viven.
Little Island es precisamente un lugar donde neoyorquinos y visitantes por igual pueden escapar del ritmo frenético de la ciudad, permitiéndose reconectar con el entorno, la naturaleza y su propia armonía interior, a una escala que se siente —opuesto a los imponentes rascacielos que perfilan el cielo urbano— a la medida humana y natural.
A la distancia y desde el exterior, se percibe escultórica y atrayente, hecha de concreto, pero con líneas y formas muy orgánicas, casi como una contradicción. Y mientras nos acercábamos, nos daba la sensación de adentrarnos en un bosque con troncos y frondas petrificados. En cambio, el interior provoca la sensación de estar en un oasis, un espacio seguro y de bienestar. La curaduría del paisaje provoca la sensación de estar en un cuento de hadas ilustrado, con vegetación de colores brillantes, contornos definidos y gigantes hongos flotantes.
La pequeña isla se encuentra sobre el río Hudson y entre los remates del Pier 54 y Pier 56 (los primeros muelles de Nueva York), y fue diseñado por el estudio Heatherwick en colaboración con el estudio de arquitectura paisajista MNLA, quienes idearon una superficie para un nuevo parque y espacio teatral, que así como los pilares de los antiguos muelles, emergiera del agua, resultando en en un innovador y emocionante entorno.
Cada uno de los 132 “tulipanes” que conforman la base del parque tiene un diseño único. Ninguno es igual al otro y en conjunto forman una topografía ondulada, idónea para hacer recorridos sinuosos y presentaciones teatrales. El diseño también genera un juego de luces y sombras, cortesía de los pétalos de concreto que se superponen, creando un espectáculo arquitectónico donde capricho y tranquilidad coexisten.
Un espacio de restauración y un retiro de la furia de la metrópoli, Little Island es un lugar alegre donde, aunque estuviera lloviendo, nos sentíamos bien, rodeados de personas que así como nosotros, disfrutaban los recorridos y las vistas, donde no era necesario correr a resguardarse de la ligera lluvia, sino a disfrutar del chispeante cielo.
Los habitantes de cualquier ciudad necesitan de este tipo de espacios, y en Little Island es particularmente agradable pasear por sus senderos y a través de las diferentes rutas y escaleras. Cada esquina es una invitación a contemplar, dependiendo del ángulo, las vistas de la ciudad y del río, o los atractivos colores de los cultivos de los jardines. La riqueza de flora es evidente con una amplia variedad de árboles, pastos, enredaderas y flores, que con la intención de atraer aves y polinizadores, le dan al parque una belleza continua a lo largo del año y durante las diferentes estaciones. En cada esquina del parque se crea un microclima que genera una paleta de color y textura única y la vegetación favorece la biodiversidad local y crea un refugio para pájaros e insectos en medio del paisaje urbano. El diseño del paisaje también construye el escenario perfecto para las muchas actividades que se llevan a cabo en el parque.
Little Island es más que un deleite visual: es una experiencia auditiva y sensorial. El parque es un espacio recreativo ideal para pasar el tiempo, caminar por sus diferentes rutas, correr por los senderos, disfrutar en la plaza principal, The Play Ground, donde hay un par de kioscos de comida, o para presenciar uno de los muchos eventos que se llevan a cabo en sus dos espacios teatrales, The Glade y The Amph. Músicos, artistas, poetas, comediantes, vocalistas y bailarines se han presentado aquí, llenando el parque de arte y cultura. Durante las estaciones más cálidas, se organizan también actividades y talleres de manualidades gratuitas. Además, a lo largo del parque hay instrumentos y objetos recreativos, como discos giratorios con ilusiones ópticas, instalaciones musicales, sillas giratorias, entre otros. Las zonas para sentarse y los rincones tranquilos del parque, meticulosamente diseñados, invitan a la contemplación, la reflexión y el reencuentro con nuestro lado más humano.
Con paraguas en mano, pero pausando para entretenernos a cada paso, este gratificante recorrido fue un gran ejemplo del poder del diseño para transformar espacios, evocar emociones y elevar la experiencia humana.
Arquitectónicamente es una estructura hermosa, el paisaje está muy bien logrado y con las presentaciones y actividades culturales se mantiene vibrante. Sin duda, espacios como Little Island son importantes y necesarios en ciudades como Nueva York. Y con este proyecto lo consiguieron de una manera muy creativa. Porque además de ser un espacio que reúne cultura, turismo y naturaleza, se ha convertido en un hito innovador y bello. Es un lugar de encuentros, de goce y donde aquella tarde nublada, disfrutamos de un té caliente entre el verdor del parque al aire libre.
Una versión de este artículo aparece impreso en el Número 2 de Álula Magazine, con el encabezado: “Tulipanes de concreto, En el corazón de Nueva York, Little Island es un oasis sobre el agua” Este post puede contener enlaces afiliados.