La zona de Barranco, en el corazón de Lima, es un museo de arte al aire libre conocido por su ambiente bohemio. Las coloridas mansiones coloniales de la zona han dejado de ser casas de verano para convertirse en cafeterías, galerías de arte, heladerías, librerías y mucho más. Las paredes y edificios de Barranco son un colorido lienzo.
Al pasar bajo el puente cerca de la avenida San Martín, veo uno de los murales más extensos de la zona. Es un retrato de una noche estrellada que se funde con los diferentes pueblos de Perú. Los azules oscuros del mural se desvanecen en tonos más claros mientras narra la historia de la diversidad, la inclusión y la unidad de su gente. Un joven músico toca suavemente su guitarra bajo las estrellas del mural. Su voz suave y cadenciosa pasa a mi lado mientras camino por las calles empedradas. El olor azucarado de los picarones recién hechos flota en el aire mientras un niño compra el dulce a un vendedor en una bicicleta desgastada. Aunque la zona se llena del bullicio de los turistas durante los fines de semana, hoy las calles de Barranco son tranquilas y apacibles.
En Barranco se encuentran algunos de los mejores restaurantes, como Central, que recientemente fue calificado como el segundo mejor restaurante del mundo. Central es famoso por crear platillos innovadores y excéntricos utilizando los sabores e ingredientes autóctonos y locales. El chef Virgilio Martínez Véliz es el jefe de cocina y ha creado un menú de degustación basado en las distintas altitudes del país. El menú te lleva de la cordillera de los Andes a la selva amazónica y de vuelta al océano Pacífico. Pía León, la esposa de Martínez, tiene un restaurante cercano que también figura entre los 50 Mejores Restaurantes de América Latina. Igualmente delicioso, Kjolle es un poco más informal que Central. No hay un menú fijo, pero al igual que este último, se abastece de ingredientes de distintas regiones. Los chefs Martínez y León son algo más que meros proveedores de deliciosa comida; son científicos que experimentan constantemente y crean platos exclusivos que te llevan de viaje por Perú.
Entre las calles empedradas de Barranco se encuentra el Hotel B, un pedacito de la Edad de Oro francesa, La Belle Époque, la “bella época”. La belleza del edificio brilla a través de las luminosas y pintorescas ventanas, los balcones abiertos y la elaborada fachada. La villa fue en otros tiempos accesible sólo para la alta sociedad peruana, pero ahora está al alcance de los entusiastas del arte y la historia. El arquitecto francés Claude Sahut diseñó el edificio en el estilo clásico de La Belle Époque a principios del siglo XX como casa de verano para un político de renombre de la zona, García Bedoya. En 2013 se restauró y abrió sus puertas como Hotel B. La mansión cuenta con numerosas estancias exquisitas: un comedor formal, una biblioteca repleta de antiguas enciclopedias, un bar que recuerda a los años veinte y una elegante azotea.
Entrar en el Hotel B es como entrar en una galería de arte. Este hotel boutique cuenta con más de trescientas piezas de arte latinoamericano. En el vestíbulo cuelga un inmenso cuadro hiperrealista del artista mexicano Víctor Rodríquez. Una mitad de la imagen representa un vaso lleno de agua, mientras que la otra mitad muestra a una hermosa mujer latinoamericana de pelo corto y oscuro, una obra a la vez femenina y misteriosa. En la biblioteca, cuelga de la pared una manta precolombina que data del año 800. Las formas geométricas de la manta acentuadas por las baldosas del suelo son sorprendentes, y los colores parecen tan nítidos como lo fueron hace más de mil años. En la biblioteca huele a libros antiguos y a vainilla. Botellas de champán se enfrían en un rincón, listas para ser consumidas por los huéspedes del hotel.
El menú del bar, curado por el Mejor Bartender Peruano 2018, Axel Romero, se encuentra sobre las mesas, invitando a los transeúntes a beber algunos de los mejores cócteles que ofrece Lima. El barman ganador del premio Summum es conocido por crear bebidas que conectan con la historia y la cultura del país. Una de sus bebidas más populares se basa en una celebración espiritual famosa en el sur de Perú. La copa artesanal en la que se sirve lleva las máscaras de dos diablos danzantes, utilizadas habitualmente durante la Fiesta de la Virgen de la Candelaria en Puno. Esta fiesta, iniciada en el siglo XVI, rinde sus respetos a la patrona de Puno y está repleta de bailes fieros, atuendos elaborados y una gran celebración. La interpretación de esta fiesta, en forma de cóctel, es aromática, llena de whisky y ron destilados en las antiguas terrazas incas cercanas a Machu Picchu. La pasión de Romero por la historia y la cultura Peruana se saborea en cada sorbo.
En toda la mansión, las obras de arte parecen no tener fin. En una habitación de la planta superior, colgada por encima del ornamentado mobiliario blanco, hay una obra de arte más moderna. La zona es tranquila y apacible; escucho a los huéspedes de las habitaciones prepararse suavemente para su día. El ambiente es fresco y limpio, y huele a un ligero toque de lavanda. En un rincón de la habitación tomo una limonada recién exprimida de una jarra adornada. Es ácida y refrescante al contacto con mis labios.
La sala está llena de obras de arte, pero una escultura de color rosa brillante destaca entre el resto. Pink es la creación del escultor peruano Aldo Chaparro, quien dobló el acero inoxidable sólo con sus manos y su cuerpo, transfiriendo su energía y su huella física a la obra. Los duros bordes de la pieza reflejan la suave luz rosa en todos los ángulos de la habitación. A medida que avanzo por el hotel boutique, puedo sentir las vibraciones y el espíritu de las pinturas, antiguas y nuevas.
En el centro del edificio, la escalera de mármol italiano se convierte en cristal a medida que entro en uno de los mejores restaurante bares de Lima. Paso junto a unas cuantas teatinas, término utilizado en la costa para referirse al característico estilo de tragaluz popular a principios del siglo XX, que ilumina y ventila el edificio. Las formas geométricas, las mesas de mármol y la madera oscura que se ven por todo el hotel continúan incluso en la terraza, que asoma sobre el boulevard cubierto de hierba. A lo lejos, la luz ilumina el Pacífico. El suave sonido de la música clásica flota en el aire. Aquí reina la calma y la carta de bebidas me invita a tomar un aperitivo. Yo, por supuesto, opto por la bebida peruana más famosa, el Pisco Sour. El pisco es fuerte pero dulce, con su característica espuma y un toque de amargo de Angostura, perfectamente fresco y cítrico para este cálido y soleado día en Lima.
Además de poder tomar cócteles en la azotea, el hotel ofrece muchas otras experiencias excelentes para probar la vida de la ciudad. Se ofrecen clases de cocina donde se puede aprender a crear auténticos platillos locales como lomo saltado y ceviche. También hay clases de vela en las que se puede velear por la exquisita costa limeña. El hotel es un lugar extraordinario para visitar y que te inundará de cultura, historia y arte.
Saliendo de nuevo a las calles de Barranco se encuentra el antiguo Puente de los Suspiros, que se construyó en 1876 para cruzar un pequeño arroyo que atravesaba la zona. Sin embargo, éste cobró vida propia. Se cuenta que la hija de un rico comerciante vivía en una casa de verano de la zona. Se había enamorado de un barrendero y, cuando su padre se enteró, le prohibió verle. Ella se quedó mirando el puente por la ventana con un anhelante y profundo suspiro. Hoy en día, es un lugar muy frecuentado por poetas y artistas. Desde la estructura de madera se ven surfistas surcando las olas del Pacífico. Uno de los murales más bellos del artista Jade Rivera se encuentra a un lado del puente. Se titula El hogar de un suspiro y es una declaración de amor del artista al barrio. Al otro lado, una reja con miles de candados está dedicada a los amantes que han cruzado juntos el puente. El amor es palpable en esta parte de Lima, el romance, el arte y la cultura son omnipresentes aquí.
Una versión de este artículo aparece impreso en el Número 1 de Álula Magazine, con el encabezado “Barranco: el distrito bohemio de Lima”